sábado, 16 de abril de 2011

¿Cómo podemos combatir la procrastinación?

La procrastinación es el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias. No es exactamente pereza: es buscarnos trabajos menos pesados para evitar los pesados, y así justificar que estamos muy ocupados para ocuparnos de ello. La técnica para combatirla la descubrió la psicóloga Bluma Zeigarnik, mientras estaba tomando un té en una cafetería de Viena. Allí observó que los camareros recordaban fácilmente los pedidos de los clientes cuando éstos pedían la cuenta. Pero, tras pagar la cuenta, si al cliente preguntaba algo al respecto unos minutos después, entonces al camarero le costaba recordar lo consumido.

Es decir, al pagar, el camarero parecía borrar el pedido de su mente.
Zeigarnik, inspirada, regresó al laboratorio para probar su idea.
Pidió a varias personas que realizaran algunas tareas sencillas (como apilar fichas o meter juguetes en una caja), pero, en algunos casos, detuvo a los participantes antes de que acabaran ciertas tareas. Al final del experimento, pidió a los participantes que describieran las tareas realizadas. Como en su observación de los camareros, Zeigarnik descubrió que las tareas sin finalizar quedaban grabadas en la mente de las personas y, por tanto, eran más fáciles de recordar.
Al iniciar cualquier tarea, nuestra mente experimenta una especie de ansiedad psíquica. Al concluirla, nuestra mente se relaja. Pero si no la concluimos, nuestra mente inquieta continúa importunando hasta que se termina lo iniciado.
¿Cómo podemos aplicar esto para combatir la procrastinación? Como lo que de verdad nos abruma es realizar la tarea pesada, lo que podemos hacer es persuadirnos de que sólo llevaremos a cabo esa tarea durante unos minutos. Sólo unos minutos no hacen daño a nadie. A menudo, entonces, sentiremos la necesidad de seguir con ella hasta acabarla.
Las investigaciones demuestran que la regla de “sólo unos minutos” es muy eficaz para vencer la procrastinación y puede ayudar a terminar las tareas más arduas.
Así que ya sabéis: si tenéis una lista pendiente de cosas que nunca hacéis, no os planteéis hacerlas, simplemente dedicad unos minutos a una de ellas. Sin daros cuenta, la habréis acabado. Si de todos modos eso tampoco os funciona, entonces ¡bienvenidos al elitista club de los procrastinadores premium!

fuente:  http://www.xatakaciencia.com/psicologia/como-podemos-combatir-la-procrastinacion

Probando la plasticidad del cerebro humano con una babosa llamada 'Aplysia'

Nuestras conexiones sinápticas no son estáticas. Cambian y se modifican según las experiencias que tengamos, hasta niveles que no se creían posibles. Una de las manifestaciones más evidentes de esta propiedad se la debemos a una babosa.
La babosa era el sujeto experimental del biólogo Eric Kandel, allá por la década de 1970. Era una babosa marina llamada Aplysia. ¿Por qué una babosa marina? Porque poseen sistemas nerviosos sencillos y células nerviosas grandes. Kandel ganaría un Premio Nobel por su trabajo.
Lo que descubrió fue que si se tocan las branquias de una babosa, aunque sea un poco, las branquias se retraen de forma inmediata, como un acto reflejo. Pero si se tocan repetidamente, sin causar daño, entonces este instinto dejará de manifestarse.

La babosa se habitúa al contacto y aprender a hacerle caso omiso. Examinando los sistemas nerviosos de las babosas, Kandel descubrió que “este cambio de comportamiento aprendido venía acompañado por un progresivo debilitamiento de las conexiones sinápticas” entre las neuronas sensoriales que “sienten” el contacto y las neuronas motrices que le indican a la branquia que se retraiga.
Después de este toqueteo continuo de branquias (unas 40 veces), sólo el 10 % de sus células sensoriales mantienen vínculos con las células motrices, cuando lo habitual es que el 90 % de las neuronas sensoriales de sus branquias tengan conexiones con las neuronas motrices.
Es decir, con unos pequeño entrenamiento, se producen cambios grandes y duraderos en las sinapsis.
Esta plasticidad de nuestras sinapsis armoniza dos filosofías de la mente que hace siglos estaban en conflicto: el empirismo y el racionalismo. Según los empiristas, como John Locke, la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula rasa. Todo lo que sabemos proviene de nuestras experiencias, de lo que aprendemos mientras vivimos. Dicho en términos más familiares, son producto de la cultura, no de la naturaleza. Según los racionalistas, como Immanuel Kant, nacemos con una “plantilla” mental incorporada que determina la forma en que percibimos e interpretamos el mundo. Todas nuestras experiencias se filtran a través de estas plantillas innatas. Predomina la naturaleza.
La babosa revela que ambos puntos de vista son correctos y se complementan entre sí.

 fuente: http://www.xatakaciencia.com/psicologia/probando-la-plasticidad-del-cerebro-humano-con-una-babosa-llamada-aplysia