domingo, 10 de julio de 2011

Falso Pensamiento

Desde que un individuo nace es sometido a situaciones condicionadas y al mismo tiempo adaptadas para su aprendizaje, claro, solo si es beneficioso para él. Estas situaciones pueden ser incorporadas por la cultura, educación, creencias, religión; que todos somos inmiscuidos incluso antes de ser capaces de sentir y razonar en qué clase de realidad vivimos. De todo esto, sacamos como conclusión que cada uno de nosotros somos “víctimas inconscientes” de nuestro entorno social al que pertenecemos de forma activa. Es por esa razón que cada persona actúa de acuerdo a las normas que su sociedad impone, con esto quiero decir que existen dos formas de adaptarse a las reglas, unos es seguirlas y el otro es evadirlas; si se dan cuenta, en términos generales todo gira alrededor de las normas. Los paradigmas son creados para asegurar la existencia de la sociedad como mecanismo o institución. Pero son estos modelos los que causan un efecto directo al pensamiento, relacionado con toda clase de decisiones que a futuro influenciarán en su existencia.

Los modelos sociales usan como primer súbdito a las creencias, estas se fundamentan en la fe idealizada que se utiliza para el beneficio de alguna institución, donde la verdad es absoluta y por la falta de pensamiento lógico lo tomamos como real. Esto no llega a las personas de forma individual, sino que se colectiviza formando un sistema, de tal modo que al ser considerado verdadero su consecuencia inmediata es que debe ser enseñado en los centros educativos, instruyendo que los sentimientos, emociones o pasiones son superiores a la lógica y la razón, para que se siga imponiendo a la sociedad como dominante.

Estos paradigmas son impuestos como coherentes y con significado a cada uno de los individuos, es por eso que cuando se establece una norma, las personas no son capaces de optar a favor o en contra de ese sistema. Causando que las sociedades estén formadas por seres que creen en una verdad no fundamentada por la razón, más bien impuesta y lo más triste, considerada como legítima. La consecuencia de esto es que las personas disminuyen sus capacidades para adaptar la realidad a sus creencias, sin darle la mínima oportunidad a la razón, es como alguna vez leí “el paradigma ciega e impone una verdad aparente”

La secuela próxima es que el ser humano aumentó su egocentrismo, y cree ser la especie dominadora que es el único merecedor de sobrevivir, actuando como el poseedor de vivir, modificando el medio natural y utilizando a los “no racionales” como medios para ese fin. Es ahí donde el paradigma tiene su error, hace creer que las demás especies son solo instrumentos para satisfacer sus necesidades, que debemos excluirlas a la hora de priorizar la existencia y no se dan cuenta que la flora y fauna conviven junto a él y no para él.

Los paradigmas tienen una base muy fuerte en la actualidad, puesto que se enseñan desde la niñez y al alcanzar edades mayores se interiorizan creando su identidad, a tal medida que el individuo jamás abandonaría sus creencias, al menos que sea por una revolución o una ordenanza suprema que lo prohíba, porque esas creencias funcionan a su favor.

Gracias a los paradigmas, los sujetos son manipulados de tal manera que obedecen al beneficio de otros, mientras sigan teniendo esa forma irracional de pensar, dándole mayor importancia a cosas secundarias y no intentar darle el lugar prioritario a la razón, seguirán las creencias y la falsa forma de pensar será la que nos conduzca al exterminio del ser.

Incluso mi forma de pensar puede estar siendo manipulada por algún sistema superior, al menos intento desligarme de esos paradigmas, ¿o creer esto es también parte del paradigma que me fue impuesto?

viernes, 20 de mayo de 2011

¿Quiénes son los humanistas y para qué sirven?


Como todos sabemos, el humanismo nació de la reacción en contra del psicoanálisis y el conductismo. Tratando de darle un nuevo nivel al ser humano, ya no tratarlo como objeto cuantificable o como ente lleno de patologías; sino analizarlo de una forma más “humana”, en donde se le considere como un todo. La idea fue buena, pero sus seguidores la desvirtuaron.

Si hubiera conocido al humanismo en sus inicios, quizá sería uno de sus representantes, pero como la conozco ahora, me da vergüenza escribir de ella. El humanismo no tiene una base teórica con sólidos fundamentos, se basa netamente en experiencia y  la concepción que tienen del ser humano es muy espiritual, donde el hombre es “la creación perfecta” de la naturaleza por lo tanto busca la perfección o como ellos lo llaman, la  “superación”.

sábado, 14 de mayo de 2011

El síndrome de la mano ajena

¿Te imaginas que una de tus manos tuviese vida propia? ¿Qué ocurriría si, tras abotonar tu camisa con una mano, la otra de repente comenzase a deshacer todo el trabajo? ¿Y si agredieses a alguien con ella? Este es el caso de las personas que padecen una enfermedad rara, poco común, pero que puede hacer de sus vidas un infierno. Se trata del síndrome de la mano ajena.

Este trastorno se entiende desde la neurología como resultado de una lesión del lóbulo frontal, involucrado de lleno en muchas de las funciones relacionadas con la iniciación y planificación del movimiento voluntario. La persona expresa así que la mano no le pertenece, como si no fuera propia de su cuerpo.

En los pocos casos que hay descritos, las personas que lo padecían parecían hacer cosas contradictorias, cada una con una mano, como si se tratase de una constante lucha entre dos acciones sin saber muy bien cuál querían hacer realmente. Por ello, en ocasiones se plantea que existe una competición de voluntades, un enfrentamiento entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo que se quiere o no se quiere hacer.

Aunque parece claro que es el daño cerebral el que ocasiona el síndrome, y que áreas como el cuerpo calloso, la corteza premotora o la suplementaria están involucradas en el problema, no podemos evitar apuntar una pequeña relación hipotética entre el tipo de comportamiento que parece hacer “la mano con vida propia” y uno de los mecanismos de defensa descritos por Freud: la formación reactiva.
La formación reactiva nos habla de una forma que tenemos los humanos de defendernos ante aquellas cosas inasumibles conscientemente, las cuales reprimimos y expresamos de forma opuesta a la “real” puesto que de otro modo seríamos reprendidos por la sociedad. Es el caso de aquellos que manifiestan un afecto excesivo ante alguien cuando en verdad existe odio, de los que parecen enorgullecerse de su homofobia para ocultar su verdadera inclinación homoerótica o de las madres que sobreprotegen a sus hijos para no admitir el rechazo que sienten hacia ellos.

El caso es que en el síndrome de la mano ajena parece como si una parte de nuestro inconsciente estuviese expresando lo que realmente desea, mientras que la otra (la mano sana) ejemplificaría la censura, lo esperable, lo deseable. ¿Significa esto que las estructuras cerebrales que hemos mencionado actuarían de algún modo como una barrera, cuyo daño daría acceso a contenidos más o menos inconscientes? Desde luego, los lóbulos frontales son los más modernos filogenéticamente, de manera que sólo lo poseen los animales más complejos como los vertebrados y en especial los homínidos.

¿Estará haciendo la mano ajena lo que de verdad deseamos hacer? Ahí os dejamos la reflexión…

¿Qué es la locura?

El término locura resulta bastante común en nuestra jerga popular. De hecho, muchas veces antes de pararnos a pensar qué le ocurre realmente a una persona que parece hacer gestos extraños o que está “hablando sola”, recurrimos a la tan conocida expresión “ese está loco” Sin embargo, aún en nuestros días, nadie parece tener claro qué significa esta palabra, o al menos qué trastornos engloba.
En general, la palabra locura se ha venido utilizando para clasificar a aquellas personas que mostraban comportamientos desviados de las normas sociales. En este caso, desviarse de la norma se entendería como salirse un poco de lo que la mayoría de las personas hacen o piensan, de su forma de entender y relacionarse con el mundo. Pero, ¿quién nos dice que en la normalidad no hay un punto de locura? ¿Hay alguien completamente normal o que sea el prototipo perfecto de la normalidad?
Sigamos. El vocablo “locura”, por tanto, estaría muy relacionado con el término delirar (del latín delirare, salirse del surco recto). Eran entonces aquellos que oían voces, que realizaban actos extraños o que razonaban de una forma poco común, los que eran catalogados como locos, y era casi mejor no acercarse a ellos.
Desde nuestro punto de vista, es obvio que se han descrito multitud de trastornos mentales, cada uno de ellos con sus respectivos síntomas y su determinado grado de gravedad. Sin embargo, aunque se ha tendido a relacionar a la esquizofrenia con la locura, tampoco parece del todo claro que esto sea así. Simplemente, parece que sus dramáticas y vistosas manifestaciones son las que nos acercan más a hablar de estas personas como “locas”, aunque si volvemos a la definición de locura como propia de aquella persona cuya conducta o sus pensamientos se salen de lo normal, parece ser que muchos más individuos estarían "metidas en el saco". Así, las personas gravemente deprimidas, las tremendamente ansiosas, las que padecen fobias o incluso las que sufren de insomnio también deberían ser etiquetadas de locas ¿no? Al fin y al cabo solo pequeños porcentajes de la población componen estos grupos en relación al resto de personas que no las padecen.
Un detalle más. Muchos artistas de la talla de Salvador Dalí o Leonardo Da Vinci también fueron considerados por muchos como locos. Su aportación creativa a la sociedad fue incuestionable, pero aún así no parecían resultar del todo cuerdos. Este hecho llama la atención, el pensamiento creativo se asocia en cierto modo a lo que entendemos por locura.
Lamentablemente, la idea de llamar loco a cualquier persona que plantee ideas nuevas, que sea capaz de dar nuevos usos a las cosas o que muestre esperanzas en proyectos que para la mayoría parecen absurdos, está muy extendida entre nosotros. Es como si de algún modo no se nos permitiera soñar, luchar o innovar, como si salirse de “lo que todo el mundo hace, o piensa” fuera cuanto menos estúpido o una mera fantasía.
El caso es que, sea como fuere, las etiquetas que ponemos a los demás no deberían existir. Aunque algunas personas puedan padecer esquizofrenia, depresión o trastornos de la personalidad, lo que realmente hace de ellas personas trastornadas no es más que la limitación y el daño real que les causa la enfermedad en su día a día. Por eso, quizá no deberíamos menospreciar lo que estas personas están dispuestas a aportarnos, o al menos no caer en el error de catalogarlas como "locas". Al fin y al cabo, como dice el famoso refrán, “de poetas y de locos, todos tenemos un poco…”

Estudio relaciona menor educación con envejecimiento más rápido

Investigadores de Gran Bretaña y Estados Unidos examinaron la longitud de secciones del ADN conocidas como telómeros en alrededor de 450 personas que formaron parte de un estudio de salud a largo plazo y hallaron que aquellas con peor calificación educativa tenían telómeros más cortos, lo que sugiere que envejecerían más rápido.
Los telómeros son secciones del ADN que cubren las extremidades de los cromosomas y los protegen del daño y de la pérdida de funciones celulares asociadas con el envejecimiento. Telómeros más cortos serían un indicador de envejecimiento más veloz.
"La implicancia clave de este estudio es que respalda uno de los principales mensajes que pueden obtenerse de los estudios a largo plazo: que las experiencias de uno al comienzo de la vida pueden tener influencias importantes en la salud", dijo Stephen Holgate, del Consejo de Investigación Médica de Gran Bretaña, que financió parcialmente el trabajo.
Holgate indicó que como con toda investigación observacional, fue difícil establecer las causas últimas de los hallazgos, pero añadió que el estudio brinda evidencia "de que ser educado a un mayor nivel puede beneficiarnos más que el mercado de trabajo solamente".
Los participantes del estudio fueron divididos en cuatro grupos según su nivel educativo: aquellos sin calificación alguna; los que habían abandonado la educación formal después de los exámenes cercanos a los 16 años de edad; quienes habían dejado los estudios tras los exámenes cercanos a los 18 años de edad; y quienes obtuvieron título universitario o terciario.
La investigación fue publicada el miércoles en la revista Brain, Behavior and Immunity.
Los resultados mostraron que las personas con menores logros académicos tenían telómeros más cortos, lo que indica que envejecerían más rápido, y el estudio también ofreció evidencia fuerte de que esto no se ve afectado por el estatus social y económico más adelante en la vida, como se creía anteriormente, señalaron los investigadores.
"Sabemos por investigaciones previas que las personas de contextos pobres son propensas a envejecer más velozmente", dijo Andrew Steptoe, profesor de psicología de la Fundación Cardíaca Británica, otro patrocinador del estudio.
"La educación es un indicador de clase social que las personas adquieren temprano en la vida, y nuestra investigación sugiere que es la exposición a largo plazo a las condiciones de un estatus menor lo que promueve un envejecimiento celular acelerado", añadió Steptoe.

sábado, 16 de abril de 2011

¿Cómo podemos combatir la procrastinación?

La procrastinación es el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias. No es exactamente pereza: es buscarnos trabajos menos pesados para evitar los pesados, y así justificar que estamos muy ocupados para ocuparnos de ello. La técnica para combatirla la descubrió la psicóloga Bluma Zeigarnik, mientras estaba tomando un té en una cafetería de Viena. Allí observó que los camareros recordaban fácilmente los pedidos de los clientes cuando éstos pedían la cuenta. Pero, tras pagar la cuenta, si al cliente preguntaba algo al respecto unos minutos después, entonces al camarero le costaba recordar lo consumido.

Es decir, al pagar, el camarero parecía borrar el pedido de su mente.
Zeigarnik, inspirada, regresó al laboratorio para probar su idea.
Pidió a varias personas que realizaran algunas tareas sencillas (como apilar fichas o meter juguetes en una caja), pero, en algunos casos, detuvo a los participantes antes de que acabaran ciertas tareas. Al final del experimento, pidió a los participantes que describieran las tareas realizadas. Como en su observación de los camareros, Zeigarnik descubrió que las tareas sin finalizar quedaban grabadas en la mente de las personas y, por tanto, eran más fáciles de recordar.
Al iniciar cualquier tarea, nuestra mente experimenta una especie de ansiedad psíquica. Al concluirla, nuestra mente se relaja. Pero si no la concluimos, nuestra mente inquieta continúa importunando hasta que se termina lo iniciado.
¿Cómo podemos aplicar esto para combatir la procrastinación? Como lo que de verdad nos abruma es realizar la tarea pesada, lo que podemos hacer es persuadirnos de que sólo llevaremos a cabo esa tarea durante unos minutos. Sólo unos minutos no hacen daño a nadie. A menudo, entonces, sentiremos la necesidad de seguir con ella hasta acabarla.
Las investigaciones demuestran que la regla de “sólo unos minutos” es muy eficaz para vencer la procrastinación y puede ayudar a terminar las tareas más arduas.
Así que ya sabéis: si tenéis una lista pendiente de cosas que nunca hacéis, no os planteéis hacerlas, simplemente dedicad unos minutos a una de ellas. Sin daros cuenta, la habréis acabado. Si de todos modos eso tampoco os funciona, entonces ¡bienvenidos al elitista club de los procrastinadores premium!

fuente:  http://www.xatakaciencia.com/psicologia/como-podemos-combatir-la-procrastinacion

Probando la plasticidad del cerebro humano con una babosa llamada 'Aplysia'

Nuestras conexiones sinápticas no son estáticas. Cambian y se modifican según las experiencias que tengamos, hasta niveles que no se creían posibles. Una de las manifestaciones más evidentes de esta propiedad se la debemos a una babosa.
La babosa era el sujeto experimental del biólogo Eric Kandel, allá por la década de 1970. Era una babosa marina llamada Aplysia. ¿Por qué una babosa marina? Porque poseen sistemas nerviosos sencillos y células nerviosas grandes. Kandel ganaría un Premio Nobel por su trabajo.
Lo que descubrió fue que si se tocan las branquias de una babosa, aunque sea un poco, las branquias se retraen de forma inmediata, como un acto reflejo. Pero si se tocan repetidamente, sin causar daño, entonces este instinto dejará de manifestarse.

La babosa se habitúa al contacto y aprender a hacerle caso omiso. Examinando los sistemas nerviosos de las babosas, Kandel descubrió que “este cambio de comportamiento aprendido venía acompañado por un progresivo debilitamiento de las conexiones sinápticas” entre las neuronas sensoriales que “sienten” el contacto y las neuronas motrices que le indican a la branquia que se retraiga.
Después de este toqueteo continuo de branquias (unas 40 veces), sólo el 10 % de sus células sensoriales mantienen vínculos con las células motrices, cuando lo habitual es que el 90 % de las neuronas sensoriales de sus branquias tengan conexiones con las neuronas motrices.
Es decir, con unos pequeño entrenamiento, se producen cambios grandes y duraderos en las sinapsis.
Esta plasticidad de nuestras sinapsis armoniza dos filosofías de la mente que hace siglos estaban en conflicto: el empirismo y el racionalismo. Según los empiristas, como John Locke, la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula rasa. Todo lo que sabemos proviene de nuestras experiencias, de lo que aprendemos mientras vivimos. Dicho en términos más familiares, son producto de la cultura, no de la naturaleza. Según los racionalistas, como Immanuel Kant, nacemos con una “plantilla” mental incorporada que determina la forma en que percibimos e interpretamos el mundo. Todas nuestras experiencias se filtran a través de estas plantillas innatas. Predomina la naturaleza.
La babosa revela que ambos puntos de vista son correctos y se complementan entre sí.

 fuente: http://www.xatakaciencia.com/psicologia/probando-la-plasticidad-del-cerebro-humano-con-una-babosa-llamada-aplysia